En 1970, la profesora Jane Elliott realizó un experimento con sus alumnos de tercer grado (USA) que fue grabado. El experimento tiene por objetivo enseñar a los niños que el color de la piel no es indicativo de inteligente/estúpido, buena/mala persona, etc.
Me emociono solo de pensar el impacto que debe tener en la educación de estos niños, y muestra de forma muy evidente el papel clave que tienen los profesores en la sociedad. En demasiadas ocasiones olvidamos agradecerles su labor, especialmente a aquellos que les apasiona su profesión.
La profesora utiliza el color de los ojos de los alumnos para poder transmitir lo ilógico que resulta valorar a una persona por el color de los ojos o de la piel. Pero conviene que tengamos presente que estas etiquetas arbitrarias no son las únicas que utilizamos para interpretar y simplificar el complejo mundo donde vivimos, también juzgamos por otros elementos (e.g., lugar de nacimiento) que son tan arbitrarios como los colores, y por tanto, tan faltos de fundamento.
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